El aumento de las tensiones entre Israel e Irán dispara nuevas preocupaciones en los mercados globales

Publicado el 07.07.2025
Los recientes ataques que, según se informa, han tenido como objetivo infraestructuras iraníes —incluidas instalaciones nucleares y emplazamientos militares— han vuelto a activar las alarmas en los mercados internacionales. Aunque las tensiones en Oriente Medio no son nuevas, esta escalada llega en un momento particularmente frágil para la economía mundial: un crecimiento anémico, una inflación persistente y bancos centrales que apenas comienzan a relajar sus políticas monetarias.
La reacción del mercado de materias primas en EE. UU. fue inmediata. El Brent, referencia global del crudo, superó los 78 USD por barril tras los primeros informes. Aunque desde entonces ha retrocedido ligeramente hasta rondar los 74,50 USD, ese precio sigue siendo 10 USD superior al registrado hace apenas un mes.
Aun sin encontrarnos en una crisis energética plena, analistas e inversores se preguntan ahora hasta dónde podría escalar la situación y cuán vulnerable es realmente la cadena mundial de suministro de petróleo.
El alza del petróleo: ¿amenaza real o choque temporal?
Desde la pandemia hasta la guerra en Ucrania, los mercados energéticos globales han soportado varias oleadas de disrupción. Ahora, el conflicto entre Israel e Irán se suma a la lista. Cada uno de estos episodios ha provocado fuertes variaciones en los precios del crudo, evidenciando lo extremadamente sensible que es el mercado estadounidense de materias primas a los riesgos geopolíticos.
Pese al repunte reciente, el crudo se negocia aún muy por debajo de los niveles de crisis de 2022, cuando rebasó momentáneamente los 130 USD por barril. También cotiza por debajo de los niveles del año pasado, lo que indica que el mercado todavía no descuenta una crisis energética a gran escala.
Con todo, un punto de estrangulamiento crítico destaca sobre el resto: el estrecho de Ormuz. Este angosto corredor marítimo es vital para el comercio energético mundial y transporta cerca del 20 % del suministro global de petróleo. El 22 de junio, el Parlamento iraní anunció su cierre, una medida con graves consecuencias para una quinta parte del crudo mundial. Al momento de escribir estas líneas, el impacto en los mercados petroleros aún está por verse.
El encarecimiento de la energía repercute en la gasolina, los alimentos y la producción
Cuando sube el petróleo, el efecto trasciende los gráficos bursátiles y se siente en la vida cotidiana. Los precios del combustible aumentan, las facturas de electricidad se encarecen y los bienes básicos cuestan más. Un salto de 10 USD en el barril puede traducirse en varios centavos extra por litro en la gasolinera, según los impuestos locales y las políticas nacionales.
Pero la reacción en cadena va más lejos. El transporte se vuelve más costoso, operar maquinaria agrícola resulta más caro y los gastos logísticos a lo largo de la cadena alimentaria se incrementan. Estos efectos generan presiones inflacionarias que podrían intensificarse si el crudo se mantiene elevado durante un periodo prolongado.
Y no solo se trata del petróleo: el gas natural subió de 2,65 a 2,90 USD/MMBtu entre el 13 y el 16 de junio, mientras que el GNL asiático se disparó de 12,60 a 14,00 USD/MMBtu entre el 13 y el 20 de junio. Aunque el impacto tarde más en sentirse debido a los topes de precios en países como el Reino Unido y Alemania, el riesgo de que aumente la factura energética doméstica es real. Millones de hogares que dependen del gas para calefacción o electricidad podrían sufrir tensiones financieras si los precios permanecen altos demasiado tiempo.
Un nuevo obstáculo para la economía mundial
Justo cuando la economía global intenta recuperarse, este nuevo foco geopolítico plantea una amenaza adicional que podría complicar aún más el panorama.
Mohamed El-Erian, economista de renombre y asesor de Allianz, advierte de que nos enfrentamos a «un shock negativo en el peor momento posible». Los grandes bancos centrales —como la Fed, el BCE y el BoE— habían empezado a trazar estrategias de recorte de tipos para abaratar el crédito sin reavivar la inflación. Sin embargo, un repunte súbito de los precios de la energía podría obligarlos a retrasar o incluso revertir esos planes.
Capital Economics estima que, si el crudo vuelve a superar los 100 USD por barril, la inflación en las economías desarrolladas podría aumentar hasta un 1 %. Eso colocaría a bancos centrales como la Fed o el BCE en una posición difícil mientras intentan devolver la inflación a sus objetivos.
¿El resultado? Condiciones crediticias más estrictas, menor inversión y menor gasto de los consumidores: exactamente lo contrario de lo que la frágil economía mundial necesita ahora mismo.
¿Podría esta crisis acelerar la transición energética global?
Aunque los focos mediáticos se centran en el petróleo, esta crisis podría provocar un reajuste energético más amplio: actuar como catalizador de nuevos corredores de distribución y alterar el equilibrio de la oferta y la demanda.
La dependencia mundial de una región tan geopolíticamente inestable pone de manifiesto la urgente necesidad de diversificar las fuentes de energía.
Europa podría verse obligada a incrementar sus inversiones en tecnologías limpias, almacenamiento energético y producción renovable doméstica. Mientras tanto, EE. UU. y China podrían redoblar su apuesta por sectores estratégicos como el litio, el hidrógeno verde y la energía eólica y solar.
La movilidad eléctrica, la innovación en baterías y la generación renovable podrían beneficiarse de una inversión renovada en un contexto en el que la seguridad energética se convierte en prioridad estratégica. La historia demuestra que las grandes disrupciones suelen desencadenar revoluciones tecnológicas; quizá estemos al borde de una ahora mismo.
Conclusión
El conflicto entre Israel e Irán ha vuelto a dejar al descubierto el frágil equilibrio del sistema energético mundial. Aunque el precio del petróleo aún no ha alcanzado niveles de crisis, la amenaza de una escalada regional —especialmente tras el cierre del estrecho de Ormuz— es algo que los mercados no pueden ignorar.
El impacto económico dependerá de la duración del conflicto, de la respuesta de las potencias internacionales y de la capacidad de los países productores de petróleo para estabilizar la oferta. Mientras tanto, los bancos centrales se enfrentan a un dilema: cómo contener una posible nueva oleada inflacionaria sin paralizar el crecimiento económico.
Más allá del choque inmediato, este episodio debería servir de llamada de atención global. La seguridad energética ya no se limita a precios o suministros estables; ahora es un asunto estratégico ligado al poder y a la estabilidad política mundial. Diversificar las fuentes, invertir en renovables y construir una infraestructura energética más resiliente serán fundamentales para evitar la próxima crisis global.